Durante mucho tiempo traté de reproducir unos bollos que fueran tan suaves como los brioches pero sin contener demasiadas grasas ni huevos. ¡Pues lo conseguí! Estos bollos semi dulces son excelentes para los niños y no solo. Podemos hacerlos para el desayuno, la merienda, el tiempo libre, para un buffet, etc…El procedimiento para hacer en casa estos deliciosos bollos semi dulces de leche es muy sencillo y fácil. En caso de que los bollos no se consuman en el día, se pueden guardar en el congelador, en una bolsa para alimentos, para tenerlos siempre a mano.

- Dificultad: Muy fácil
- Costo: Muy económico
- Tiempo de preparación: 30 Minutos
- Porciones: 15
- Métodos de Cocción: Horno
- Cocina: Italiana
- Estacionalidad: Todas las estaciones
Ingredientes
- 100 g harina 0
- 5 g levadura de cerveza fresca
- 65 ml agua (a temperatura ambiente)
- un cuarto de cucharadita miel (sabor al gusto)
- 400 g harina 0
- 200 ml leche a temperatura ambiente (también sin lactosa)
- 1 g sal fina
- 1 cucharada azúcar granulada (alternativamente 1/2 cucharada de miel)
- c.s. aromas al gusto (ralladura de cítricos, canela, vainilla, etc…)
- c.s. leche (para pincelar)
- c.s. azúcar glas (para espolvorear los bollos antes de hornear)
- masa madre duplicada
Pasos
Comencemos preparando la masa madre.
En un bol grande disolvemos la levadura de cerveza en 2 cucharadas de agua (tomadas de los 65 mililitros) a temperatura ambiente, añadimos la harina tamizada, el resto del agua, la miel (o un poco de azúcar, necesarios solo en invierno para ayudar a la fermentación). Mezclamos hasta obtener una masa suave, sellamos el bol con papel film y dejamos fermentar hasta que duplique su tamaño.
Preparamos la masa de los bollos semi dulces.
Cuando la masa madre haya duplicado su volumen inicial (1* foto desde la izquierda), transfirámosla al bol de una amasadora o a un bol grande.
Añadimos la mitad de la harina, es decir, 200 gramos, la mitad de la leche (es decir, 100 mililitros) y el azúcar y comenzamos a amasar groseramente para que la masa madre comience a integrarse con los ingredientes.
Completamos añadiendo los restantes 200 gr. de harina, el resto de la leche (aconsejo añadirla siempre poco a poco, ya que el grado de absorción de los líquidos varía de harina a harina; si es necesario, se puede añadir alguna otra cucharada de leche) y la sal al final.
Podría ser necesario añadir o disminuir, al menos una cucharada, la cantidad de leche, dependiendo de la humedad ambiental o de la harina. Hoy, por ejemplo, tuve que añadir 30 mililitros de leche más a la masa, ya que el día está muy seco, a pesar de usar siempre el mismo tipo de harina del mismo marca. Entonces, si os dais cuenta de que la harina no logra ser absorbida y la masa queda desmenuzada y dura, añadid una cucharadita de leche a la vez, continuando amasando, hasta que toda la harina haya sido absorbida.
Amasamos hasta que todos los ingredientes estén perfectamente integrados y obtengamos un bollo que sea liso y suave, fácilmente manejable pero no pastoso o, por el contrario, demasiado duro.
En este punto podemos proceder de dos maneras.
1) Si tenemos prisa, dejamos reposar el bollo cubierto (envuelto en papel film, cerrado en un recipiente o debajo de un recipiente) durante 30 minutos.
Luego, lo retomamos y lo dividimos en bolitas de unos 50 gr. (o según el tamaño deseado) que enrollaremos sobre sí mismas con las manos para obtener una pequeña esfera.
Ponemos a fermentar las bolitas directamente en la bandeja del horno (3* desde la izquierda), ya cubierta con papel de horno, espaciándolas unos 3-4 cm. entre sí.
Cuando el volumen se haya duplicado (4* foto), las pincelamos (con delicadeza) con leche (no fría de la nevera, por favor), las espolvoreamos con abundante azúcar glas y las horneamos a 180* en horno ya caliente, a media altura, durante unos 20 minutos (controladlas porque los tiempos de cocción varían de horno a horno), hasta que la base de los bollos de leche esté dorada. Una vez cocidos, los sacamos inmediatamente y los espolvoreamos con más azúcar glas, si se desea o según las necesidades.
2) Si, en cambio, no tenemos prisa, dejamos fermentar el bollo hasta que duplique su tamaño (2* foto desde la izquierda); luego lo dividimos en bolitas de 50 gramos o más y, procediendo como se describe en el punto 1, las transferimos a la bandeja del horno forrada con papel de horno, las dejamos fermentar y las horneamos, siempre como se describe en el punto 1.
Entre los dos métodos, yo prefiero el segundo, porque la triple fermentación (masa madre= masa= bollos) confiere a nuestros bollos de leche una suavidad, un sabor y una fragancia mayores, que se mantienen en el tiempo.
Una parte de los bollos, una vez fríos, los congelé de esta manera: los coloqué sobre una bandeja cubierta con papel de horno que, luego, inserté dentro de una bolsa para alimentos, cerrada con una pinza (o un cordón) «cierre bolsas».
De esta manera los tengo siempre listos para la ocasión, porque bastan unos segundos en el microondas para descongelarlos o unos 30-45 minutos a temperatura ambiente, dependiendo de la estación.
A menudo, para descongelar, aprovecho el calor residual del horno, después de haberlo usado; obviamente el calor no debe ser excesivo, porque se correría el riesgo de arruinar la consistencia externa e interna, en general y de nuestros bollos en particular.