Las zeppole de mi casa. Ambiente de Calabria en el corazón.

«Esta historia comienza desde hace mucho tiempo en la época de mi infancia. Las manos de mamá sumergidas en esa masa suave y un poco pegajosa hecha simplemente de patatas y harina.

Todo sucedía dentro de un recipiente de plástico azul ovalado, con dos grandes asas. Justo como aquellos que aún veo hoy en ciertas granjas, utilizado también para el pan cuando no había la artesa. Luego llega el momento de la espera. La masa se cubría con un paño blanco tejido con cáñamo, grueso y rugoso. Y encima, para proteger todo, se extendía una manta que servía solo para un propósito: preservar el calor necesario para que la masa crezca lentamente. Tan pronto como estaba listo, ese compuesto se sumergía en aceite hirviendo en pequeñas dosis, transformándose en bocados dorados y deliciosos. Bastaba poco para hacerlos perfectos. ¿Sal o azúcar? Aún hoy sigo preparando mis zeppole simples, una masa que tiene el sabor de la juventud y de la continuidad, un vínculo con las cosas bonitas. El mejor momento es siempre aquel: los días previos a la Navidad.