Salsa del leñador con polenta.

Tuve suerte ayer, con la excursión a la montaña para recoger castañas también encontré unas setas excelentes, la polenta ya estaba planeada con el queso, solo hice una variante en el condimento.

Una hermosa y relajante excursión en el Valle Po, desafortunadamente encontramos pocas castañas, pero los bosques de hayas y castaños son espectaculares por lo que al regreso estaba totalmente satisfecha de haberme sumergido en medio de la naturaleza otoñal, con agradables sorpresas sobre la flora del bosque.

Bosques que conozco desde hace años, y de vez en cuando me refugio en busca de relax y nuevas emociones, lo llamo el bosque de las hadas, entre musgos y líquenes, pequeñas madrigueras y ayer muchísimas setas, desafortunadamente no comestibles pero hermosas, entre ellas la Amanita muscaria. En la montaña, el cambio del tiempo es repentino, entre rayos de sol inciertos, viento y niebla, la atmósfera perfecta para poder pasear en total libertad.

De vuelta en la cabaña, la estufa de leña lista para regalarnos el calor adecuado para poder cocinar lentamente nuestra polenta y su condimento.

Son gestos simples que compensan el estrés que se acumula durante la semana, entre compromisos varios y otras diabluras… Mi bosque mágico; precisamente entre esas hayas nace también uno de mis poemas, entre los más importantes de mi colección, entre un golpe de viento repentino, las ruinas de una vieja cabaña y esa extraña sensación que te hace venir lágrimas a los ojos «Te veo caminar lento, por antiguos senderos. Entre las hayas que cuentan historias de otros tiempos…» Dedicado a mi padre.

Y cada vez que entro en ese bosque para mí sagrado, me vienen a la mente esas palabras y esa caricia.

Pero volvamos a nuestra receta, polenta, setas, castañas y salchicha… Ingredientes de cultura rural, de cocina rústica invernal y sabrosa, rica en aromas y calor.